Brochero y el Espiritu Santo

Brochero espiritu santo

Junto a Brochero nos preparamos para Pentecostés

Vamos pidiendo al Padre del Cielo que como lluvia abundante «nos moje a todos» con los dones del Espíritu Santo, a todos y a todas nuestras comunidades.

Primer don: SABIDURÍA.
Sto. Tomás sostenía que el verdadero sabio no es simplemente el que sabe las cosas de Dios, sino el que las experimenta y las vive. 
Este don del Espíritu Santo, le dio al Cura Brochero una especial sabiduría para saber cómo catequizar su zona: su predicación evangélica fue un ejemplo de la guía del don de la sabiduría, que lo ayudó a encontrar elementos, comparaciones y ejemplos que fueran claros para sus serranos, aunque fuese muy criticado por sus formas, en su afán de llevar la Palabra de Dios a los confines de su curato. Este don lo llevó a experimentar y vivir las cosas de Dios de una manera tan “vivencial”
que su vida fue ejemplo, porque él no sólo predicó con la palabra, sino fundamentalmente con su vida pobre y entregada.

Segundo don: ENTENDIMIENTO.
El entendimiento o inteligencia, como gracia del Espíritu Santo, ayuda a comprender la Palabra de Dios y a profundizar en las verdades reveladas.
La vida del Cura Brochero fue un continuo "escrutar las profundidades de Dios; (1 Cor 2,10), vivió para "leer dentro, penetrar, comprender a fondo” la voluntad de Dios y ponerla en práctica. Mediante este don del Espíritu Santo, José Gabriel del Rosario Brochero supo abrir su corazón a la gozosa percepción del designio amoroso de Dios. La luz del Espíritu Santo agudizó su inteligencia sobre las cosas divinas y también hizo más límpida y penetrante su mirada sobre las cosas humanas. Supo escrutar el alma de sus “serranos” para ayudarlos a vencer sus temores y prejuicios, acercándolos a la fe y despertando en ellos la adhesión a Dios y la búsqueda impregnada por el deseo de conocer más y mejor la verdad revelada.

Tercer don: CONSEJO.
El consejo ilumina la conciencia de cada persona en las opciones que la vida diaria le
impone, sugiriéndole lo que es correcto, lo que corresponde, lo que conviene más al alma porque es bueno y responde a la ley o a la voluntad de Dios.
El Cura Brochero vivió en un tiempo histórico complejo, cruzado por numerosas crisis y por grandes incertidumbres acerca de los verdaderos valores. Él vio que era necesaria una reconstrucción de la conciencia del hombre, que había que neutralizar algunos factores destructivos que se habían instalado en el espíritu humano, que había que sostener los valores cristianos con la ayuda de la luz que viene de lo Alto.
Brochero supo encontrar en los Ejercicios Espirituales Ignacianos una herramienta y un arma ideal para que, principalmente, el don del consejo se abriese paso en las almas de sus serranos. Él había experimentado cómo los ejercicios espirituales enriquecían y perfeccionaban la virtud de la prudencia y guiaban al alma desde adentro, iluminándola sobre lo que se debe hacer, especialmente cuando se trata de opciones de vida importantes, como lo vivenció él al dar respuesta a la vocación para una vida consagrada.

Cuarto don: FORTALEZA.
La fortaleza es la fuerza sobrenatural que sostiene la virtud moral que ayuda a hacer con valentía lo que Dios quiere de nosotros, a sobrellevar las contrariedades de la vida, a resistir las pasiones internas y las presiones del ambiente, a superar la timidez y la agresividad. El Cura Brochero vivió con especial intensidad la virtud cardinal de la fortaleza ya que siempre cumplió con su deber, haciendo lo que era bueno y correcto aunque eso le causara problemas; con la ayuda de este don supo permanecer coherente con sus principios, en el camino de la verdad y de la honradez, de la justicia y del amor, de la entrega y del compromiso sin límites. El don de la fortaleza le dio sentido a su vida y lo mantuvo fiel a Dios cuando al final del camino, enfermo de lepra y abandonado por todos, encontró una ocupación en la vida pasiva: “orar
por los hombres pasados, por los presentes y los que han de venir hasta el fin del mundo”.

Quinto don: CIENCIA.
La ciencia da a conocer el verdadero valor de las criaturas en su relación con el Creador. Según Santo Tomás, gracias a la ciencia “el hombre no estima las criaturas más de lo que valen y no pone en ellas, sino en Dios, el fin de su propia vida”.
El Cura Brochero siempre valoró rectamente las cosas en su relación esencial con el
Creador. El don de la ciencia le permitió anteponer lo moral (lo bueno) y lo ético (lo correcto) antes de cualquier logro o beneficio personal que implicara un sometimiento de su dignidad y libertad frente a bienes materiales o reconocimientos sociales o eclesiales. También fue permanente su preocupación por mejorar las condiciones de vida de sus serranos a través de obras que llevaron el progreso y la educación a Traslasierra. El don de la ciencia lo llevó a ser sacerdote, maestro, ingeniero, obrero, hachero, lo que hiciera falta en cada momento y circunstancia.

Sexto don: PIEDAD.
La piedad infunde una gracia santificante que dispone la voluntad, el corazón y el
entendimiento generando un afecto filial hacia Dios, considerado como Padre, y un sentimiento de fraternidad universal para con todos los hombres, como hermanos e hijos del mismo Padre. El Cura Brochero siempre manifestó esa actitud de sincera filiación con Dios. La piedad dio origen a su ternura y se expresó en la oración. El abatimiento que suponía no poder lograr los proyectos que planeaba para sus serranos, entre ellos el ferrocarril, redoblaban su confianza en Dios y, a través del Santo Rosario, en su Purísima, lo que alimentaba su existencia. La piedad infundió
en Brochero una gran capacidad de amor hacia los hermanos, haciendo que su corazón sintiera la misma mansedumbre del Corazón de Cristo.

Séptimo don: TEMOR DE DIOS
El temor de Dios es el espíritu que se preocupa de no disgustar a Dios, amado como Padre, de no ofenderlo en nada, de "permanecer" y de crecer en la caridad. José Gabriel experimentó ese temor de Dios cuando, antes de su ordenación, dudó de su capacidad para ejercer dignamente el sacerdocio, sufriendo la desolación espiritual de la que hablaba San Ignacio y, luego de hacer los Ejercicios Espirituales, se convenció de que, para ser discípulo de Cristo, debía tomar la cruz y seguirlo. El temor de Dios le permitió ver y descubrir los caminos que llevaban al Padre, teniendo fe en su misericordia divina y con la certeza de que del Altísimo dependen la práctica de las virtudes cristianas, especialmente la humildad, la templanza y la castidad.

Reflexión Final:
En el Cura Brochero descubrimos, a través de su entrega “a y por” los serranos, su
Pentecostés por los frutos que sobre él produjo el Paráclito: “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de uno mismo” (Gál 5,22-23).

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