Homilia completa de Mons. Angel Rossi, Arzobispo de Córdoba en la Santa Misa Concelebrada en el Santuario Nuestra Señora del Tránsito y Santo Cura Brochero el día 22 de Setiembre en ocasión del Encuentro Jubilar Regional de Sacerdotes.
Cuando entramos al Santuario , a la izquierda está esa imagen del Cura , y a mí me impresiona las manos , las manazas casi grotescas , pero que son un símbolo hermoso de lo que fue su vida :
manos de Brochero bendicen , que bautizan , que ungen ,
manos que eleva la hostia , que absuelven , que acaricia a los viejitos y a los niños y con la misma fidelidad toman pala y azada y construye caminos , y alcanzan baldes a los albañiles ,
manos que carga sobre sus hombros a los apestados ,
manos que se agarran de la cola de la mula para cruzar el río crecido ,
manos que tocan sin ningún empacho las llagas de los leprosos ,
manos que buscan y encuentran en sus bolsillos unos pesitos para los pobres que tocan a su puerta ,
manos » sarmentosas y amarillentas » ( como las describe un testigo )
manos leprosas , sin tacto , que ya solamente pueden desgranar rosarios en sus últimos trancos de su santa vida .
Las manos de Brochero se parecen a las del Señor:
la mano de Cristo buscando los oídos y la boca de aquel sordomudo al que lo interpela: ¡Ábrete !, y » ensuciándose » en las llagas del leproso.
Y la mano que escribe en la tierra frente a la condena de los fariseos para con aquella mujer pecadora.
Y las manos que, con la misma unción que toman pan y vino, antes han tomado palangana, jarra y toalla para alimento y servicio de sus amigos en el Cenáculo.
Y las manos extendidas en el madero, en el único gesto que supera al abrazo.
Y las manos heridas y gloriosas, brindadas para que un Tomás incrédulo, empacado en su capricho de tocar, se saque la duda.
Manos del Señor que nos han sostenido en la fragilidad y nos han rescatado en la desbarrancada, cuando nos hundimos: momentos del camino, que quizá hemos hecho la experiencia de Pedro tras la pesca milagrosa, es decir, nos asustamos por la grandeza de la tarea y por nuestra pequeñez, que nos lleva a echarnos para atrás: » Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador » (Cl. 5,8). Pero después, con gran bondad, nos ha tomado de la mano, nos ha atraído hacia él y nos ha dicho: » No tengas miedo! Estoy contigo. ¡No te dejo, y tú no me dejes! » . O cuando al caminar sobre las aguas dirigiéndose hacia el Señor de repente sintió que el agua no le sostenía y que estaba a punto de hundirse. Y como Pedro hemos gritado » Señor, ¡sálvame! » (Mt 14,30) …. Hemos dirigido la mirada hacia él … y él nos ha tomado de la mano … Volvamos a dirigir siempre nuestra mirada hacia él y démosle la mano. Dejemos que su mano nos tome, y entonces no nos hundiremos, sino que nos pondremos a su servicio
Es propio del jubileo el hacer memoria agradecida : necesitamos recordar , volver a aquella hora en la que Él puso sus manos sobre nosotros y nos hizo partícipes de este misterio … Recordar el gesto de la imposición de las manos , con el que él tomó posesión de mi diciéndome ‘ Tú me perteneces … tú estás bajo la protección de mis manos , dame las tuyas » ( … ) El Señor nos ha impuesto las manos y ahora quiere nuestras manos para que , en el mundo , seamos las suyas Nos sostiene y anima el testimonio de las miles de manos de nuestro pueblo fiel , de los que el papa Francisco llamó los santos y santas de la puerta de al lado , hombres y mujeres de buena voluntad que fieles a aquello de Santa Teresa de que » ahora Cristo no tiene otras manos más que las nuestras » siguen acariciando , curando heridas , abriendo puertas , llevando la Virgen casa por casa , o sirviendo platos de comida por todos los rincones de nuestras diócesis , bella y empecinadamente . » Manos que ayudan, que enjugan lágrimas, que estrechan la mano del pobre y del enfermo para infundir valor, que abrazan al solo para darle ternura y al peleado para inducirlo al acuerdo, a la reconciliación, manos que saben pedir con humildad para uno mismo y para quienes lo necesitan, manos que no tienen miedo a los trabajos más humildes «.
Quizás una gracia que podemos pedir, es que el Señor nos cure las manos, que nos convenzamos que las manos se curan cuando se extienden, y se nos paralizan, se nos entumecen cuando por egoísmo, o por miedo se cierran …
Porque (como dice Menapace) no tenemos en nuestras manos las soluciones para los problemas del mundo. Pero frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos. Tenemos que comprometer nuestras manos en la siembra del amor. porque cuando el Dios de la historia venga, nos mirará las manos, y sería muy bueno que la Madrugada nos encuentre, nos pille sembrando.
Por todo esto es que venimos a encomendarnos al Cura Gaucho para que nos abra el camino, para que como buen vaquiano, nos vaya guiando por los senderos de la vida hacia el Señor, o nos reoriente cuando la niebla de nuestras dificultades nos haga confundir las sendas, o nos traiga de vuelta al camino cuando engañosamente seducidos , encaremos por atajos que no nos llevan a Dios sino a peligrosos acantilados . Y si nos hemos desbarrancado, para que él nos rescate, como tantas veces lo hizo con aquellas ovejitas que desorientadas, quedaron atrapadas en la quebrada.
Sí querido Cura Brochero, venimos a tu casa, a tu santuario porque lo necesitamos en el camino cotidiano
Porque estamos sedientos de esa agua viva de la Palabra transmitida a través de tus palabras sencillas y sin vueltas.
Porque aquí despertamos nuestra esperanza dormida, nos reencontramos con la condición de hijos muy amados «.
Porque al sentirnos acogidos como peregrinos, en clima de amistad, se nos hace más fácil abrir nuestro corazón y contarte nuestras fatigas y culpas, nuestros anhelos y sueños. Porque esa recepción cariñosa es para el corazón del peregrino como una brisa de aire fresco en la montaña.
Y aquí la Virgen María, aquí el cura Brochero abren los brazos de su amor para escuchar la oración de cada uno.
Venimos porque este es un lugar privilegiado para experimentar la misericordia que no conoce límites a través del sacramento de la reconciliación, Venimos no con nuestros méritos, sino con nuestros cansancios y opresiones. Sin fingimiento, sin ocultar miserias y debilidades,
Venimos porque tu santuario, tu casa, tu corazón paternal, de pastor , es para nosotros «un lugar «, una roca sobre la que encontramos un refugio , un cobijo , como un palenque al cual agarrarse .