Viernes Santo: Cristo Crucificado en la vida de Brochero

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El Viernes Santo es un dia muy especial en la liturgia de la Iglesia, en la vida y pastoral de la Iglesia y en la fe popular del pueblo. Brochero también lo celebró y llevó la cruz de Cristo a todas partes, así lo describe Mario Oscar Llanos SDB en su libro «Corazón de tierra, latido de cielo. Testamento Pastoral del Cura Brochero, pag. 131 y 132.

«La imagen de Jesucristo encarnado y buen pastor, en el pensamiento, la vida y la acción de Jesucristo en Brochero, se completa con la cruz: Jesucristo es el «<crucificado>>.

[Jesucristo] nos muestra el estandarte de la cruz, bajo el cual debemos militar, pero junta mente nos avisa que en la cruz está nuestra salud y nuestra vida; que en la cruz está la defensa de nuestros enemigos y la gracia de las consolaciones celestiales; que en la cruz se halla la fortaleza del corazón, el gozo del espíritu, la perfección de las virtudes y la esperanza de la bienaventuranza eterna».

Esta idea que Brochero expresa en la predicación encuentra confirmación en su existencia cotidiana: «En cierta oportunidad fue en busca de un gaucho malo y […] éste salió a recibirlo puñal en mano; el Siervo de Dios sacó de entre sus ropas un Crucifijo y le dijo: bésalo a éste que yo vengo a hablarte en nombre de Él». En un litigio por un arma que se decía habría pertenecido al pastor serrano se consultó a Monseñor Leal. Éste «<respondió que el Siervo de Dios no tenía más armas que su crucifijo y el santo rosario». Su gente sabía que él «meditaba frecuentemente los misterios de la Vida, Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, recomendaba la colocación del Santo Cristo en las cabeceras de las camas de los hogares; él mismo llevaba colgando externamente el Santo Cristo, recomendaba frecuentemente la devoción del Vía Crucis».

En este sentido un autor ambienta una significativa escena en el hotel de Anastasia Favre camino a Mina Clavero. Convalesciente por una primitiva operación, el Cura se hospedó en el hotel de Anastasia que le hizo de enfermera y confidente. En horas eternas de cama, su pensamiento volaba ágil de un lado a otro sin parar. De pronto se le apareció la figura de Cristo y, acto seguido, vio el tronco de álamo al fondo de la casa parroquial. Un Cristo tallado. Era lo que hacía falta en la capilla de la Casa de Ejercicios… Se lo contó a Anastasia. Ella le dijo que su hermano, que estaba en la casa de los Padres Jesuitas de Córdoba, era un buen tallador de la madera.

La talla lenta y gustosa de esta imagen de Jesucristo le permitió considerar la pasión y la muerte de Cristo, el «Capitán de los buenos». La meditación continuó por largo tiempo. Casi al final de su vida, cuando «ya estaba bastante ciego, la gente se lamentaba de su mal y él dijo que estaba mejor para meditar piadosamente en las cosas de Nuestro Señor» 205. En la Casa de Ejercicios, el Cristo crucificado, hecho tallar por el Cura, manifiesta también su voluntad de encarnación -se dice que eligió un serrano como modelo- y lo presentó como el Cristo del dolor y de la redención por la sangre derramada hasta la última gota.

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